El uso del teléfono móvil se ha propagado preocupantemente entre los adultos, y cada día presenciamos más la consecuencia directa: el uso de los móviles en niños se da cada vez a una edad más temprana y de una manera más insana.
¿Recordáis aquél spot televisivo para fomentar la lectura entre los niños? «Si tú lees, ellos leen», proclamaba la campaña:
Con el móvil sucede lo mismo. Se está dando un cambio social y cultural a todas las escalas: el teléfono móvil se ha convertido en un elemento indispensable en nuestras vidas, tanto en lo personal como en lo laboral. Los niños, conscientes de ello, han querido imitar el ejemplo. Y, por supuesto, la respuesta de las empresas ha sido la de ir introduciendo poco a poco anuncios que apelan directamente al uso del móvil entre los más pequeños, fomentándolo aún más.
Por ello, muchos padres comienzan a quejarse de que sus hijos quieren un teléfono móvil. ¿Con qué cara le vas a decir que no, si tú mismo no puedes despegarte del tuyo?
Internet está repleto de artículos que albergan muy buenos consejos para los padres que se ven ante esta tesitura: ¿a qué edad comprarle a mi hijo un móvil?, ¿cómo le limito su uso?, ¿prepago o contrato?…
Sin embargo, lo que yo quiero recomendar hoy es algo que parece que suena anticuado en los tiempos que corren: predica con el ejemplo. Como ser humano, todos tenemos esa responsabilidad. Pero, como padres, se convierte en una obligación ineludible. Hacerte con un móvil sencillo (de esos que nos eran suficientemente útiles hasta hace nada), es la única forma en la que podrás explicarle a tu hijo por qué es demasiado pequeño para tener un móvil, por qué no lo necesita, o por qué sólo tiene uno para poder localizarle cuando está fuera de casa (nada de mensajes ni llamadas, que para hablar con sus amigos ya tiene el teléfono de casa).
La pregunta es: ¿te atreves?