Un artículo de una reciente edición de la revista Geographical presentó un detallado análisis de los cultivos modificados genéticamente y de las inquietudes que los acompañan. El artículo observa que desde el comienzo, los cultivos modificados genéticamente han debido enfrentar la resistencia, sobre todo en Europa. Los grupos como Greenpeace y los Amigos de la tierra (FOE) han hecho presión contra su uso, pero sus funestas predicciones deben todavía concretizarse, y los pequeños agricultores, atraídos por los mayores rendimientos y ganancias que ofrecen, aceptan los cultivos modificados genéticamente.
Según el artículo, en los diez años siguientes a los primeros cultivos biotecnológicos disponibles, millones de personas pudieron aprovechar sus ventajas y la gran mayoría de ellas eran pequeños agricultores pobres de países en desarrollo, que viven con menos de 1 dólar estadounidense por día. El estudio realizado por economistas agrícolas de la Universidad Reading muestra que la tecnología de modificación genética ha sido bien acogida con rendimientos promedio de 65% y beneficios de casi 300%.
Clive James, director del Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agrobiotecnológicas (ISAAA), una organización sin ánimo de lucro que proporciona las ventajas de la biotecnología a los países en desarrollo, dice que «hemos visto un incremento de 50 veces en el área consagrada a los cultivos biotecnológicos durante los últimos diez años. Esta tecnología progresa más rápido que cualquier otra tecnología agrícola conocida.» Pero lo que es lo más importante: de los 8,5 millones de agricultores que utilizan esta tecnología, 90% son agricultores pobres.
Salina Nobulhe Manukuza es una de las 3.500 agricultoras sudafricanas (aproximadamente 95% de los agricultores pequeños de algodón del país han adoptado el algodón Bt modificado genéticamente) que dice haber obtenido rendimientos y ganancias desde que comenzó hace seis años a utilizar la tecnología. «La es difícil y el futuro es incierto» explica. «Pero puedo ahora pagar los gastos escolares de mis niños y comprar ropa para ellos y para mí.» También ha ahorrado dinero en insecticidas, así como el tiempo y la energía necesaria para pulverizar su cultivo.
El autor de artículo precisa que la mayoría de los lectores de la revista puede sorprenderse de estas buenas noticias sobre las modificaciones genéticas, dado que están acostumbrados a oír sobre los defectos y la oposición a la biotecnología de los grupos de presión contra las modificaciones genéticas, lo que ha deformado el debate con lo que describe como propaganda, medias verdades e imprecisiones factuales.
El último informe de las Amigos de la Tierra sobre los cultivos modificados genéticamente da la impresión de que las compañías de ingeniería genética están imponiendo sus cultivos a los agricultores para controlar el abastecimiento mundial de semillas. Igualmente, pretende que pese a los mejores esfuerzos de estas compañías, los gobiernos y agricultores del mundo están rechazando estos cultivos porque la tecnología no funciona.
El autor examina uno de las principales críticas de los cultivos modificados genéticamente – que todavía no han desarrollado para evaluar directamente las necesidades de los pobres. Admite que aunque éste ha sido el caso durante los primeros diez años de cultivos modificados genéticamente, se está a punto de cambiar los «cultivos huérfanos» como el maíz blanco, el arroz Bt, el mijo o el dólico dado que se les introduce o se llega a las fases finales de prueba.
Ian Scoones, un profesor del Instituto de Estudios sobre el Desarrolo de la Universidad de Sussex, dice que las grandes multinacionales tienen tienden a estar lejos de los «cultivos huérfanos» dado que no son comercialmente lucrativos. «El coste de desarrollar un producto desde nada y llegar a obtener la autorización es de cientos de millones de dólares,» agregó.
Ian Scoones piensa que vamos hacia el futuro, las colaboraciones y asociaciones públicas-privadas serán fundamentales para asegurar que los agricultores pobres puedan beneficiar de los cultivos biotecnológicos. «El arroz «golden» es … el ejemplo clásico,» añadió. «Existían 70 patentes asociadas a ese producto y se convino en un proceso de negociación público-privado el acceso a las patentes para un producto benéfico para el público que, se argumentó, ayudaría a luchar contra las deficiencias críticas de vitamina A en los países en desarrollo.»
Según Clive James, pese a que los Amigos de la Tierra quieren que se les crea, resulta ingenuo pensar que las empresas están engañando a los agricultores. «Esto puede ocurrir una vez,» dijo. «Pero nunca dos veces. Los agricultores son los mejores jueces de la tecnología. Tienen que serlo porque sus ingresos dependen de ella. La ensayan una vez y si funciona, la utilizan otra vez. Si no sirve, no la compran otra vez. Es así de sencillo.»